1. ¿Cómo definiría la violencia filio-parental?
Podríamos decir que es un tipo de violencia intra-familiar y que, al igual que ha ocurrido con otros tipos de violencia dentro de la familia, no es un fenómeno nuevo. Sólo que la familia tiende a ocultarlo y a no hacerlo público.
Por violencia filio-parental entendemos cualquier conducta de violencia y malos tratos de hijos hacia los padres y cuya violencia no se justifica porque el menor tenga algún trastorno mental grave o se encuentre bajo los efectos de fármacos o tóxicos. Cuando describimos la VFP entendemos que ésta puede ser: física (golpes, empujones, etc.), verbal (insultos reiterados, amenazas, etc.), no verbal (puñetazos contra la pared o muebles, gestos violentos e intimidatorios, romper objetos apreciados por los padres, etc.). Esta violencia ejercida por los hijos debe ser reiterada en el tiempo para poder considerarse una situación de violencia filio-parental.
2. ¿Cómo se puede detectar?
Es difícil si los padres tratan de ocultarlo. Normalmente los padres tardan bastante en denunciar al hijo/a violento/a o en acudir a un terapeuta familiar. Esto ocurre, bien por protección o bien, por sentimientos de vergüenza o culpa (qué mal lo hemos hecho con nuestros hijos).
Mi consejo es que ante la mínima muestra de violencia una intervención temprana en terapia familiar puede aportar buenos resultados y extinguir el problema.
3. ¿Existe alguna causa que provoque dicha conducta?
Para el fenómeno de la violencia en las relaciones familiares es preciso señalar que siempre, siempre hay un motivo. Quiero decir con esto que la violencia no es un fenómeno individual sino más bien algo que ocurre como consecuencia de una dinámica relacional disfuncional.
Un hijo puede llegar a ser violento por múltiples motivos; algunos de ellos podrían ser:
– Vivencias violentas. Si el joven ha crecido observando como único mecanismo de relación los actos violentos, lo más probable es que repita este patrón de conductas en sus relaciones con los demás (incluidos los padres y demás familiares).
– Tomar el control de la casa. Ante padres negligentes que bajo el supuesto “democrático” son excesivamente flexibles, no ponen normas, no hay disciplinas, etc., existen hijos que como respuesta compensatoria toman el control de la dinámica familiar a través de un comportamiento agresivo y violento.
– Por retaliación. Hijos que han sufrido abusos por parte de sus padres u otros familiares. Aquí la violencia sería una forma de venganza (respuesta reactiva).
No obstante, para poder evaluar correctamente una situación de violencia filio-parental (VFP) es preciso conocer a la familia y como se relacionan entre ellos. No existe una única receta para todas las familias. Es preciso realizar varias sesiones de terapia familiar para llegar a localizar donde se encuentra el problema que genera la violencia.
4. ¿Cuál es el factor común de la mayoría de estos casos?
La violencia familiar (cualquier tipo de violencia familiar) hay que buscarla en la dinámica familiar del menor. Podríamos decir que los actos violentos son un síntoma que nos dice que algo no va bien en la familia. Cometeríamos un error si sólo trabajamos con el menor. La violencia es un problema que se ha generado en la familia y como tal, tenemos que trabajar con todos los miembros para buscar una solución a tales conflictos y poder recuperar relaciones satisfactorias.
5. ¿Hasta qué punto los padres son culpables del mal comportamiento de sus hijos?
Es importante no culpabilizar a ninguna de las partes. Se hace necesario trabajar para eliminar etiquetas. No existe víctimas ni verdugos sino dinámicas relacionales inadecuadas e ineficaces que son las causantes de la violencia y el sufrimiento familiar.
6. ¿Qué es lo que aconseja para recomponer la relación entre el adolescente y sus padres?
El primer paso es reconocer el problema y pedir ayuda a profesionales de la psicología y psicoterapia familiar. La mayoría de los padres y familiares han soportado niveles altos de violencia antes de iniciar un proceso de terapia.
Lo más recomendable y aconsejable es solicitar orientación y terapia familiar cuanto antes ya que con el tiempo si no se busca un abordaje temprano, la evolución del menor y de la familia puede ser nefasta.